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La majestuosa Ciudad Blanca

Ciudad con legado histórico que cautiva a los viajeros a través de su sorpréndete arquitectura con fusiones europeas y
andinas, demostradas en arcadas, bóvedas y patios con fachada barroca. Sus construcciones hechas a base de sillar color
blanco, roca volcánica formada por lava del imponente Misti, originaron el apelativo de Ciudad Blanca de Arequipa,
reflejando la tonalidad en sus impresionantes casonas, conventos e iglesias de la época colonial.
La cocina regional arequipeña se ve reflejada en sus técnicas ancestrales transmitidas de generación en generación. Este
arte culinario usado en las picanterías emplea batanes, cocina a leña y ollas de barro para la preparación de los exquisitos
platos tradicionales, como el chupe de camarones, rocoto relleno, ocopa, cuy chactado y la chicha de jora.




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El Centro Histórico de Arequipa se caracteriza por sus 500 casonas coloniales, donde la mitad de construcciones han sido 
restauradas para uso institucional como la Casa del Moral, imponente construcción de estilo barroco, así como la Casa 
Ricketts, antigua sede de Seminario San Jerónimo que presenta una mezcla barroco y mestizo. Además, no se puede dejar 
de visitar las exposiciones en el Museo Histórico Municipal, Museo de Arte Contemporáneo, Museo de Arqueología de la
Universidad Católica de Santa María de Arequipa, entre otras.
Los atractivos turísticos que forman parte del Centro Histórico son la plaza de Armas de Arequipa, Catedral de Arequipa, 
Monasterio de Santa Catalina de Siena, Convento Recoleta, Iglesia y Claustro de la Compañía de Jesús, Iglesia y Convento de Santo Domingo, Iglesia La Merced, Iglesia San Agustín, Barrio San Lázaro, Museo de Arte Virreinal de Santa Teresa y la Iglesia y Convento Carmelita.








CONQUISTA Y VIRREINATO

La primitiva Arequipa era un lugar escasamente poblado por algunos miembros de la nobleza incaica y grupos de mitimaes. Los primeros españoles que hasta allí llegaron, los padres dominicos Pedro de Ulloa, Diego Manso y Bartolomé de Ojeda, quedaron encantados con la región, estableciéndose en ella.
Poco después, el 15 de agosto de 1540, una expedición de 96 españoles (algunos de los cuales habían estado en la Isla del Gallo) al mando de don García Manuel de Carbajal (lugarteniente de Francisco Pizarro), decidió fundar en el valle del Chili la «Villa Hermosa de Arequipa», por parecerles el lugar una tierra muy promisoria.
Al año siguiente de su fundación, el rey Carlos V le otorgó la jerarquía de ciudad, y por real cédula del 7 de octubre de 1541 le concedió escudo de armas. En éste se representaba el volcán Misti, los árboles y tu río de sus alrededores. Además, un león simbolizaba el valor y espíritu bizarro de sus pobladores. Tiempo después (en 1575) el virrey Toledo, en atención a la fidelidad a la corona demostrada por sus habitantes, le confirió el título de «Muy noble y muy leal ciudad», posteriormente confirmado por los reyes Felipe II y Felipe III.
La actividad que pronto se hizo predominante fue la agricultura; se habían aclimatado con gran éxito la vid y el olivo, iniciándose al poco tiempo una próspera producción de vinos y aguardientes de uva, así como de aceite de oliva, sobre todo en la zona de Yauca.
Al usarse el sillar, un tipo de piedra volcánica abundante en la región, en las construcciones, la urbe virreinal empezó a adquirir su característico aspecto, llenándose paulatinamente de majestuosas casonas de hacendados, hermosos templos y monumentales conventos, como el de Santa Catalina.
Durante este período colonial Arequipa permanece tranquila y fiel a la metrópoli, lo que se explica si se tiene en cuenta que tuvo la mayor concentración de población blanca, superando incluso a Lima; en efecto, de 37 mil habitantes que tenía en la época del virrey Gil y Lemos, 22 mil eran españoles, 6 mil indios, 5 mil mestizos, 2 500 negros libertos y 1 200 esclavos. En Lima, en cambio, de sus 62 mil habitantes, sólo algo más de 18 mil eran hispanos.
Arequipa era, pues, casi un bastión español en el Perú, y obligadamente debía ser fiel a la Madre Patria. Su vida transcurría patriarcal y austeramente, y sólo movilizaban al pueblo las celebraciones religiosas, a las que acudía pleno de fervor y recogimiento. No siempre era la vida tan tranquila, sin embargo. La fuerza de los terremotos redujo gran parte de la ciudad a ruinas en 1582, 1687 y 1784, pero en cada ocasión el tradicional temple de sus habitantes volvió a levantarla.
Plaza de Armas de Arequipa siglo XIX
Plaza de Armas de Arequipa en el siglo XIX
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EMANCIPACIÓN Y REPÚBLICA

Cuando los primeros vientos de la independencia empezaron a soplar, muchos arequipeños de ilustres familias criollas se plegaron a la causa, aun en un medio poco propicio, vinculándose con sociedades patrióticas de Argentina y otros países.
Uno de los sucesos más notables de la gesta emancipadora fue la campaña del cuzqueño Mateo García Pumacahua, quien salió hacia Arequipa en octubre de 1814 con un ejército de más de 5 mil hombres; tras derrotar a las filas realistas que comandaba el mariscal Francisco Picoaga, entró triunfante a la Ciudad Blanca y formó una junta provisional de gobierno.
Sin embargo, al poco tiempo las tropas realistas ocuparon Arequipa, por lo que Pumacahua huyó hacia la zona del altiplano, donde continuaron los enfrentamientos hasta la batalla decisiva en Umachiri, donde su ejército fue destruido. Pumacahua huyó, mas fue capturado y posteriormente fusilado, el 17 de marzo de 1815.
En el ejército patriota militaba, como auditor de guerra, el poeta romántico arequipeño Mariano Melgar, quien al igual que Pumacahua entregó su vida luchando por sus ideales.
Al proclamarse la república, Arequipa se convierte en ciudad símbolo de la misma, y sus habitantes, a diferencia de los de otras ciudades, fueron activos protagonistas de enconadas pasiones políticas y de numerosas rebeliones en defensa de los derechos vulnerados.
Uno de los episodios más largos y dramáticos de la historia arequipeña fue la revolución vivanquista de 1856, a finales del segundo año del gobierno de Ramón Castilla.
Descontentos por el despilfarro fiscal limeño que postergaba a las provincias, un numeroso grupo de pobladores acaudillados por dos jóvenes, Masías y Gamio, se declararon en contra del gobierno; las tropas militares de la zona, integradas en su mayoría por arequipeños, se adhirieron a la revuelta, proclamando a Vivanco presidente.
Vivanco volvió de su exilio en Chile y rechazó las propuestas conciliatorias de los enviados de Castilla. La rebelión, sin embargó, era puramente local y hubiera sido fácilmente debelada de no ser por la adhesión de la escuadra naval (compuesta por la fragata «Apurímac» y los vapores «Loa» y «Tumbes») liderada por Lizardo Montero, que tomó posesión del puerto de Islay en nombre de Vivanco. Vivanco recorrió los puertos de la costa buscando apoyo, pero fue en vano. Castilla, a pesar de no contar con la escuadra, se dirigió a Arica, donde formó un pequeño ejército con el cual se proponía recuperar Arequipa.
Al llegar, instaló sus tropas en Sachaca, Tingo y Tiabaya, para cortar la comunicación de la ciudad con el puerto. El aislamiento hacía escasear las provisiones de los rebeldes. Las tropas de Castilla iniciaron entonces una cruenta campaña militar, que sitió a Arequipa durante ocho meses y culminó con la sangrienta toma de la ciudad en marzo de 1858. Arica, que se había unido a la revuelta, se rindió en cuanto se supo de la derrota arequipeña.
La inauguración del Ferrocarril del Sur, y la creciente exportación de lana hacia Inglaterra, fueron el inicio del desarrollo industrial de la Ciudad Blanca.
Fue también en Arequipa donde una guarnición militar inició una revolución que se extendió prontamente y derrocó al entonces presidente Augusto B. Leguía, liderada por Luis Sánchez Cerro. Este prometió moralizar y normalizar la economía, cosa que no logró, ante el descontento popular que nuevamente se manifestó en rebeliones y desórdenes que consiguieron su renuncia y la de su junta militar en 1931.
La Ciudad Blanca ha sido escenario asimismo de numerosas campañas políticas, como la del ex presidente Fernando Belaunde Terry, quien en 1962, al serle negada la autorización para realizar un mitin de su partido (Acción Popular) en la plaza de armas exclamó que no se dejaría detener por nadie, aunque tuviese que quitar el adoquinado de las calles para defenderse.
Actualmente Arequipa mantiene su liderazgo económico en el sur del país y es una pujante urbe donde se concentran comercio, servicios, agricultura e industrias, aunque la lechera atraviesa por una momentánea retracción.
Historia de Arequipa
Ha esta ciudad le fue muy bien en crecimiento y economía, la historia y el tiempo al final dan sus buenos frutos. Arequipa hoy en día tal vez es la segunda ciudad más importante del Perú después de Lima.

LETRA HIMNO DE AREQUIPA

Entonemos, entonemos
entonemos un himno de gloria,
a la blanca, a la blanca,
a la blanca y heróica ciudad.

Cuatro siglos forjaron la historia
del baluarte de la libertad.

Entonemos, entonemos
entonemos un himno de gloria,
a la blanca, a la blanca,
a la blanca y heróica ciudad.

Tierra Hermosa de excelsas virtudes,
nunca pierdas tu cálida fé,
que por siempre tendrás juventudes,
que renueven laureles de ayer.

Entonemos, entonemos
entonemos un himno de gloria,
a la blanca, a la blanca,
a la blanca y heróica ciudad.

Cuatro siglos forjaron la historia
del baluarte de la libertad.

Entonemos, entonemos
entonemos un himno de gloria,
a la blanca, a la blanca,
a la blanca y heróica ciudad.
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